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La comunicación y el lenguaje de las ciencias

In The Lab

La comunicación de la tecno-ciencia es un fenómeno múltiple. Incluye la comunicación de contenidos, pero también de procedimientos, problemas, valores.

 

Incluye la comunicación dentro de la propia comunidad de expertos, y también la comunicación entre ésta y el resto de la sociedad o sectores especiales de la misma. Incluye la divulgación, la comunicación a través del sistema educativo, de los llamados medios de comunicación, y de otros medios como los museos, publicaciones diversas, el cine... (medios, por cierto, todos ellos en proceso de confluencia).

 

Durante mucho tiempo se ha entendido la comunicación social de la ciencia bajo el llamado "modelo de déficit". Según éste, el público padece una carencia de conocimientos científicos por causa de la especialización de la ciencia y de la rapidez de su avance, de modo que el comunicador debe suplir ese déficit. Una teoría alternativa de la comunicación de la ciencia debe estar cerca de la situación real de la comunicación científica, pero no será meramente descriptiva o sociológica, sino que presentará aspectos normativos o críticos.

En poco tiempo, y desde la Segunda Guerra Mundial, han cambiado muchas cosas en ciencia y tecnología, en la reflexión filosófica sobre la ciencia y la tecnología, y en nuestra sociedad. La ciencia se ha convertido claramente en un hecho social, ha estrechado sus vínculos con la tecnología y también con el sistema político. Eso no quiere decir que haya desaparecido la investigación científica individual o en pequeños grupos (los expertos) y con escasos recursos (este tipo de ciencia también requiere atención por parte de los medios), pero este modo tradicional de investigación se ha visto rebasado hoy por la llamada "Gran Ciencia" (Big Science).

En este orden de ideas Tomas Kuhn, ha insistido en los aspectos sociales de la ciencia, así como en el hecho de que ésta es acción, no sólo resultados, es actividad tanto y más que lenguaje. La ciencia, y las noticias científicas, no están sólo en las publicaciones, en los textos o revistas, sino también en la actividad de los laboratorios, de las aulas, de los despachos (despachos de científicos, de políticos, de militares...), en la investigación de campo y en todos los lugares donde se dejen sentir los efectos de la aplicación tecnológica. La ciencia no es sólo lenguaje.

C. Popper por su parte descarta que la ciencia pueda alcanzar certezas absolutas. En consecuencia, la información sobre ciencia y tecnología debe prestar especial atención a la cualificación de la noticia en cuanto a su grado de incertidumbre, de lo contrario se recibe la impresión falsa de una ciencia de certezas, y la información transmitida se vuelve inútil, cuando no motivo de escándalo y desconfianza, pues puede llegar el día -y con frecuencia llegan días así- en que las opiniones que se presentaron como ciertas deben ser matizadas o cambiadas. La cualificación en cuanto a la incertidumbre ayuda también a la correcta distribución de responsabilidades. El público que recibe la comunicación científica ha de saber que como consumidores, contribuyentes o votantes, siempre tienen que asumir alguna responsabilidad, pues la ciencia no nos aporta certezas absolutas.

 

¿Qué es la calidad científica en perspectiva a la comunicación escrita de las ciencias? 

 

Hacer este tipo de preguntas, obvias para algunos sectores académicos, exige un análisis de lo que significa la comunicación científica, aspecto que en el contexto colombiano muy poco se ha analizado y debatido, ya que la preocupación ha estado centrada en publicar sin importar qué, lo importante es publicar. Este desconocimiento de la calidad científica, reemplazada en el contexto colombiano -en algunos autores- por el afán de "publicar", no permite hacer un acercamiento al valor de publicar con calidad científica; es decir, que se publica aquello que aporta al conocimiento, que además, por su naturaleza, ofrece elementos para la transformación o cambios sociales. En otras palabras, el afán de publicar en Colombia nos llevó a considerar que todo era científico, pero al revisar su pertinencia social pierde su valor.

 

Resulta curioso que al analizar la historia de las publicaciones científicas en Colombia, se ha podido observar que estas últimas se han caracterizado por desconocer el sentido de la comunicación científica; es decir, se ha olvidado que se requiere un emisor, receptor, mensaje, canal, código, contexto. Más curioso aun, cuando con estas publicaciones el Estado y las universidades públicas han reconocido por ley puntajes salariales; pero al evaluar esas publicaciones, el trasegar científico del país va cada vez más hacia atrás. El mercado de los rankings nos está sometiendo a las falacias de las publicaciones científicas: la visibilidad y el impacto, características propias de una sociedad salvaje del mercado del conocimiento, en la que están emergiendo y, al mismo tiempo, se están fortaleciendo imperios de indización, a costa de una ciencia desconectada de la realidad y sus contextos.

Esto lleva a abordar el segundo problema: el aporte a la realidad social. En otros tiempos la calidad científica, supóngase en la época de Galileo o del Sabio Caldas, tenía como sentido aportar a la calidad de vida de los seres humanos; hoy debería hablarse del sentido bioético, es decir, que la calidad científica aporte a la vida en toda su complejidad. Pero desafortunadamente la calidad científica va de espalda a la realidad del país y de la vida.

 

Somos del sur y queremos hacer publicidad científica como los del norte; hablamos, leemos y medio nos comunicamos en castellano, y ya queremos que nos lean en inglés o cualquier otra lengua implantada por la "fracasada globalización"; investigamos y hacemos ciencia desde nuestro contexto, pero no nos leemos entre nosotros, pues consideramos que es mejor lo extranjero que lo nuestro, lo regional. En algunas áreas de conocimiento, como lo son las ciencias sociales y las humanidades, se publican más artículos de reflexión que de investigación, lo que genera una dualidad de mundos: el intelectual y el real, al estilo del pensamiento platónico. En otras palabras, creemos que nos comunicamos científicamente, pero nos quedamos como meros emisores sin receptores; es decir, se logró publicar, pero no comunicar, no toda publicación científica es una comunicación científica. En este sentido, más que una política para indexar, se requiere una "cultura de comunicar científicamente", ya que con una política desconectada de la realidad de la ciencia del país y de la producción de sus investigadores lo único que se logra es agravar el sentido de la comunicación científica, y esto limita su valor a un impacto y visibilidad en los emporios de indización mundial. Sería interesante que nos leyeran en el mundo, que nos citaran, pero más interesante sería que realmente nuestros códigos de comunicación científica tengan acogida por su aporte significativo al conocimiento, la ciencia y la vida en general, es decir, por su pertinencia dentro del contexto nacional y, por ende, mundial, pero no podemos apostarle a ser impactantes en el mundo sin serlo en nuestra nación.

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